domingo, 1 de enero de 2012

01 de Enero de 1954 Fallece el Fundador de La Legion

Millán Astray, el hombre que se entregó, miembro a miembro de su cuerpo, en aras de España.
"Día 1 de enero de 1954; son las primeras horas de la noche y la lluvia cae con fuerza sobre el asfalto. En un piso del número 99 de la madrileña calle de Velázquez hay un lecho de dolor dispuesto para la agonía. Una mirada vidriosa, apagada, se clava triste en la pared, mientras la única mano se aferra, ya casi sin fuerzas, a un Cristo blanco de marfil."


Contempladlo: Son los últimos momentos de uno de los militares más gloriosos de España: Don José Millán-Astray y Terreros, fundador de la Legión Española.

"También el corazón se apaga y se consume. Las horas avanzan lentas, muy lentas. En el lecho de muerte yace la impresionante figura del hombre que parece estar acostumbrado a decirle muchas veces su último adiós a la vida. El rostro demacrado, enjuto, pero sereno y apacible. En sus labios y en en contorno de este rostro asoma un último reto a la muerte.

El general Millán Astray casi tiene a flor de labios una sonrisa de esperanza. ¿No había dicho él que sus legionarios eran los novios de la muerte? Al general le hubiera gustado más morir en un campo de combate y que el polvo de la victoria cubriese por última vez su cuerpo. Pero el morir, como el nacer, no es cosa de elección.

Son las diez de la noche. Hace cinco meses que una dolencia cardíaca retiene al general don José Millán-Astray en esta habitación. Sólo sus familiares y sus más íntimos amigos se han enterado que el ilustre soldado, el valiente legionario, está hoy en su lecho de muerte. Millán Astray no ha querido ser nunca hombre de primera página de periódico. Su fama y su gloria están ya en los anales más brillantes de la Historia de España, en las medallas de su guerrera, en su ojo perdido, en su manga sin brazo, en su cuerpo mil veces acribillado por las balas en cualquier campo de combate.

Diez de la noche del uno de enero de mil novecientos cincuenta y cuatro. Muy pocas personas alrededor de la cama. De pie, en la cabecera, con los ojos arrasados por las lágrimas, su esposa Elvira Gutiérrez de la Torre. A lado y lado, su leal Armiño y un legionario representando a la Legión. A la hermana del glorioso militar, muy delicada de salud y ya de avanzada edad, no se le ha querido anunciar la gravedad de las últimas horas.

De la habitación sale el sacerdote que le ha administrado los últimos sacramentos. Si en estas horas la memoria del general no estuviese ya postergada por los primeros aletazos de la muerte, recordaría aquellos otros días en que, en pleno campo de batalla, por las tierras de África, otro sacerdote le administraba la santa unción, mientras el médico taponaba unas heridas en el pecho, por las cuales corría la sangre a borbotones.
 
  
"En su casa de la Dirección General de Mutilados ha fallecido el general don José Millán Astray, creador del Tercio y coronel honorario de las fuerzas legionarias."

Con estas palabras daban la triste y escueta noticia los periódicos de la mañana del 2 de enero de 1954."

DISPOSICIONES TESTAMENTARIAS PARA SU ENTIERRO.



"Tengo dicho siempre, y por escrito -escribió D. José Millán Astray-, que soy católico, apostólico y romano, y que siempre he procurado seguir el camino del amor a Dios, culto a la Patria, al honor, al valor, a la cortesía, al espíritu de sacrificio, a la caridad, al perdón, al trabajo, y a la libertad con justicia. O sea: "El camino de los caballeros"."

"Como ya tengo dicho, deseo que no haya ningún rito funerario, sino rito legionario. Que me envuelvan en una sábana blanca, con un pequeño crucifijo encima del pecho, y la bandera puede ser la del edificio."

"Nada de tumultos, nada de luces ni hachones. Encima de la tapa de la caja, que será muy sencilla y lo menos parecida a los vultares ataudes -pero que no sea de mucho valor-, se pondrá mi gorro legionario y un guante blanco."

"Se ocultará la hora, se procurará que no se publiquen noticias en la Prensa, ni esquelas. Nadie acompañará más que los citados y los legionarios de mi escolta. No se celebrarán funerales de ninguna clase, dedicándose el dinero que se hubiera de emplear en esto, para los niños del Colegio de San Rafael, y para las niñas de Colegio de Santa Cristina."

"Se dará tierra, aislado, en espera de Elvirita, cuando llegue. No se pondrá encima ninguna clase de monumento, sino simplemente un recuadro de piedra de granito, con una pequeña lápida, en la cual esculpirán arriba: "Caridad y Perdón". Más abajo: "Millán Astray", y debajo: "Legionario"."

"Instrucciones para caso definitivo. Se han de cumplir terminantemente, a costa de lo que sea."

¿Quién tiene valor de quitarles este Crucificado a estos Legionarios? -No hay cojones.

Y, sin embargo, no quedó sin desprestigiar este gran soldado, este Héroe. Hugh Thomas contó el enfrentamiento que Millán Astray tuvo con Miguel de Unamuno, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Y así se creó la leyenda de un Millán Astray cavernario y sanguinario -tan del gusto de los enemigos de España. A Hugh Thomas vendrían otros epígonos a emularlo, como ese indeseable Paul Preston, un escribidor al servicio de la masonería. Y Millán Astray es tenido por lo que no es: un "necrólatra" por su famoso grito "¡Viva la Muerte!", y un inculto -por haber tenido la bronca con el ya viejo Unamuno, ese Unamuno titubeante que, con todo el respeto que nos merece, bien que pasó, cambiándose de chaqueta, por todas las taquillas politiqueras: desde el PSOE hasta el Movimiento Nacional, sin olvidar su rabieta con el General Primo de Rivera, pataleta propia de intelectual caprichoso y ególatra.

Pero, a pesar de la leyenda negra, hemos de dejar constancia de que Millán Astray era un hombre cultivado. Profundo conocedor de nuestros clásicos del Siglo de Oro -que, a decir verdad, es de lo poco que merece ser leído. El Discurso de las Armas y las Letras, de Don Miguel de Cervantes, fue el texto que inspiró buena parte de su obra de piedad para con los mutilados del Ejército de España, el Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. Se prefirió a conciencia llamarlos "mutilados", y no referirse a ellos como "inválidos": "...ya que el entusiasmo y el espíritu no se invalidan jamás en los buenos soldados".

Su cultura no quedaba restringida a la literatura de nuestros clásicos. En 1941, Millán Astray tradujo sobre una edición inglesa el "Bushido" ("Código de honor del Samuray".) En el prólogo a esta traducción, Millán Astray reconoció que se inspiró en la filosofía de Nitobe para plasmar el "Decálogo" de la Legión Española. También fue fundador de Radio Nacional de España.

Aquel hombre, austero y firme, valeroso y caballeresco, es el ejemplo en que todo legionario ha de mirarse. Suyas son estas palabras:

"No hay más que una vida, ni mayor sacrificio que darla; lo más bello y noble es que sea por Dios y por la Patria."

Vivió según el estilo español que no puede ser otro que el del "caballero cristiano". ¿Quedan hombres como él? Queremos pensar que todos los legionarios españoles, al ser hechura del último brote de nuestros Gloriosos Tercios de España, estarán dispuestos a vivir así y darlo todo por España.

Sobran las palabras, enmudece toda lengua. El respeto y la admiración por este caballero legionario nos hace un nudo en la garganta.

Todavía quedan españoles como Millán Astray: ¡que lo sepan los ingleses de Gibraltar o los mamarrachos de Somalia! No piense ninguno de nuestros enemigos que aquí tenemos nada que ver con esos infrahombres e inframujeres que nos desgobiernan a impulsos de intereses extraños y siniestros: nuestros políticos actuales son nuestra antítesis. Nuestros modelos humanos son los grandes hombres de esta gran Nación.

Como aquel, cuyo epitafio reza:

Millán Astray.

Legionario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario